Todos hemos estado, alguna vez en nuestras vidas, en una - aunque fuera por error. Allí hemos descubierto autores, ideas, teorías, enteras ramas del conocimiento, historias fantásticas, y auténticos bodrios impresos en papel. Entre las estanterías hemos ojeado boletines oficiales y libros de sexología. Nos hemos avergonzado al llevar zapatos con suela de goma que hacían un ruido de muerte. Hemos retenido estornudos cuya velocidad de salida superaba la del sonido. A veces no hemos podido reprimir un cuesco y lo hemos soltado en el sector de Botánica. En ocasiones nos hemos enamorado en el platónico silencio de las salas de estudio. En otras, hemos sentido el deseo de dejar caer un grueso volumen encima de la cabeza de algún impresentable. Incluso hemos llegado a oír el pitido de la alarma anti-robo por error, sintiendo durante algunas fracciones de segundo el extremo escalofrío del ladrón de libros: la encargada olvidó desmagnetizar los libros - ¿lo hizo aposta?
A menos que tengáis serios problemas con las perífrasis, ya deberíais saber de qué lugares hablo: sí, en efecto, las bibliotecas públicas.
Ya me veo a la bibliotecaria de Blogalia mordiéndose las uñas nerviosamente: puede estar tranquila, no diré barbaridades. Aún recuerdo el post de Joni sobre la desaparición de una librería... en cierto sentido, las bibliotecas, como las librerías, tienen su personalidad, pero son cosas muy diferentes. Principalmente porque en las librerías uno paga por lo que lee, mientras que en la biblioteca pública la cosa no está tan clara. Además las bibliotecas son grandes. Y silenciosas.
Se puede definir una biblioteca como un conjunto de libros más o menos ordenados, aunque esta definición es claramente pobre. Terry Pratchett prefiere definirlas como respetables agujeros negros que saben leer. Algunos pueblos, preferían quemarlas directamente - ¿una alternativa a los cigarrillos? El caso es que libros y bibliotecarios entran en simbiosis, y conforman un ecosistema único y polvoriento. Los elementos de toda relación bibliotecaria son tres: el libro, el bibliotecario, y el usuario. La triada de elementos interacciona en un espacio arquitectónico característico, y de tamaño variable: la biblioteca. Sorprendente, ¿no?
La bibliotecas universitarias son un paradigma de biblioteca pública, y sus bibliotecarios, el perfecto ejemplo de la categoría. El perfil de personalidad de un bibliotecario suele obedecer a algunos criterios estándar, que nuestro conocido equipo de etólogos, liderados por Herr Doktor Putten, ha recogido para la ocasión. El bibliotecario típico se define por los siguientes elementos:
� Temperamento flemático
� Marcha regular y lentísima, rozando los pies por el suelo de forma inaudible - Paso de la momia
� Mirada intensa, de búho
� Tono de voz bajo y suave
� Gestos solemnes y hieráticos
� Ropa de por lo menos 30 años de antigüedad - por ejemplo una t-shirt del estreno de Star Wars
� Tez pálida y polvorienta
� No parecen necesitar nunca los lavabos, ni parecen tener sed o hambre
� Tienen una cultura general amplia, pero la ocultan
� Sienten una mezcla de desprecio/envidia hacia aquellas personas cuyos estudios son "específicos"
Todo esto no constituye una novedad: al pasar la mayor parte de su vida rodeados por papel impreso, los bibliotecarios han desarrollado un life-style opuesto al que hubieran adquirido trabajando en un prostíbulo. Tocar un bibliotecario es algo gravísimo: suelen quedarse bloqueados y con los ojos desgranados. Sonreírle a un bibliotecario no surte efecto apreciable - aunque algunos afirman que puede tener consecuencias positivas a largo plazo*. El lenguaje de un bibliotecario es muy restringido, y se puede enumerar sin problemas:
� Cof cof
� Ssshhhh
� Eh
� ¡Silencio!
� ¿Mmm?
� Ah..
� ¡Ssssshhhhhh! (Seguido por la extensión del cuello hacia arriba, como una tortuga)
� ¿Su carnet?
� Grrtghflb
� Llevas retraso acumulado
� Lo siento, no está disponible
� Lo siento, lo tiene un profesor
� ¿Quieres hacer una reserva? No funcionará
� ¿Un préstamo interbibliotecario? Tarda mucho
� Es un libro de "sólo consulta"
� No encuentro el CD que iba incluido, lo siento
� ¿Que buscas qué??
� Las revistas están por ahí (Indica un punto indefinido en el espacio)
Los bibliotecarios no tienen la culpa de ser como son: el Homo Sapiens es una especie que se adapta muy bien a cualquier ambiente, y el bibliotecario es un funcionario que se ha adaptado de maravilla a los libros. Su misión en esta vida es defender a los libros del mundo exterior, compuesto por bárbaros y salvajes que pretenden hacer con el conocimiento algo más que acumularlo y conservarlo en estanterías.
La natural desconfianza que el bibliotecario desarrolla hacia el usuario es tal que en toda biblioteca que se precie existe un surtido de trampas y peculiaridades arquitectónicas concebidas para alejar al visitante lo más pronto posible del lugar:
� Horarios restringidos
� Pocos sitios de lectura
� No hay aire acondicionado
� No hay salas de descanso
� La clasificación de los libros es aparentemente caótica (192.45 SKI 1973)
� Las fotocopiadoras, si las hay, no funcionan, o no devuelven el cambio
� Hay pocos ejemplares de los libros más consultados
� La sección de revistas científicas cuenta con una selección pobre y no actualizada**
� El catálogo por ordenador tiene una interfaz user-enemy, y tarda años en hacer un query
� El suelo de la biblioteca está encerado, con lo que producirá ruido si uno lleva zapatillas de deporte
� El usuario es alguien que no trabaja: merece por lo tanto un trato descortés y frío
� Hay que convertir en imposible cualquier operación de préstamo
� Los préstamos deben durar menos que los de un videoclub
En cierto sentido, la actitud del bibliotecario es comprensible, puesto que muchos usuarios no merecen el apelativo de humanos: los hay que vienen a la biblioteca a hacer pic-nic, a besar la novia, a bromear con los amigos, a recibir llamadas con el móvil, etcétera (como veis, llevo algunos genes de bibliotecario en mi ADN). Lo más molesto, con todo, es que el nombre del bibliotecario sea algo secreto y poderoso.
Conocer, de hecho, el nombre del bibliotecario, permitiría un trato más cordial con éste. Pero los bibliotecarios, conscientes de que deben mantener una reputación de deshumana eficiencia, lo ocultan. Llegar a saber el nombre de un bibliotecario (o de una bibliotecaria, claro), es un grandísimo logro, y puede abriros las puertas a un privilegios impensables.***
Tal vez dedique un post a los libros en sí algún día. Por cierto, ¿alguien puede decirme porqué la mayoría de bibliotecas parecen ancladas en 1986?
Ook!
* Es como cantarle a las plantas para que crezcan más rápido
** Por desgracia, el Más Allá y el Man siempre están disponibles
*** Como tener acceso a una fotocopiadora, o anular un retraso de dos días
P.D: Algunas ideas del post sacan inspiración del conocido decálogo de la biblioteca, de Umberto Eco