Últimamente me ocurre a menudo.
Me refiero a que me conmueva cuando la concentración de flora en el espacio por el que transito aumenta drásticamente. Lo que a primera vista podría parecer un fallo en el diseño de mis circuitos puede que se deba a una forma muy leve de florofilia, esto es, amor por las plantas. Debe ser que estoy empezando a fijarme en el mundo que me rodea.
La serenidad que me transmite todo lo botánico es muy profunda. Es suficiente con que pase por un terreno cubierto de hojas y árboles frondosos para que la calma me llene y una sonrisa tonta se dibuje en mi rostro. Lo mismo me ocurre con las flores, con el olor del césped recién cortado, con el aroma intenso de la tierra mojada y del humus, al tocar la rugosa superficie de un tronco, al admirar los colores de un fruto, etcétera.
Imagino que esto ocurre por ser yo una vil criatura urbana, acostumbrada a grandes superficies de cemento y asfalto, sin apenas parques o avenidas arboladas (Castellón, a este respecto, deja bastante que desear). O quizá esté pasando por una etapa pelín druida.
Mañana volveré a escribir cosas normales, que tanto desvarío luego os asusta :-D
# - Escrito por Fabrizio el 2005-07-29 a las 00:20
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