En la foto de arriba aparece señalizado un nicho en la fachada de la modesta Basílica de la Virgen del Lledó, monumento castellonense por excelencia. Pues bien, resulta que el sábado, poco después de la finalización del acto de ofrenda floral a la patrona de la ciudad, la estatua de la virgen que ocupa el nicho fue robada por desconocidos, que aprovecharon la confusión y la presencia de andamios para hacerse con el fetiche. Para sorpresa de nadie, la estatua se halló en un huerto no muy lejos, y fue devuelta rápidamente a su sitio original. Las hipótesis van desde la clásica gamberrada colectiva (con o sin apuesta) hasta el robo de ladrones de antigüedades inexpertos (aunque el pedrusco carezca de valor y sólo haya cumplido el medio siglo).
Pero cuál ha sido mi desconcierto al leer hoy, en el periódico Metro, la columna de opinión de Jesús Montesinos, ex-director de El Periódico Mediterráneo, provinciano y pelín casposete órgano de información de Castellón. En ella, Jesús se ceba no con los gamberros genéricos, ni con potenciales ladrones, sino con un colectivo a su entender peor que cualquier escoria imaginable: los jugadores de rol. Desde el principio carga las tintas con inusitada agresividad camperola:
No me atrevo a llamarlos ni delicuentes [...] no pueden ser ladrones ni chorizos ni, por supuesto, coleccionistas de arte religioso [!]. Son unos gamberros disfrazados de Rififi jugando al rol, apuesto lo que quieran [la cursiva es mía].
Me he quedado a cuadros. Sigue después hablando del alto valor emocional del fetiche de piedra, del método empleado, y vuelve a atacar a los jugadores de rol:
Ahora hay que coger a los gamberros, por mucho que sean unos simples jugadores de rol. Si estuviera en mi mano cuando los cojan no los denunciaba en el juzgado. Los hacía comparecer en la Plaza Mayor [...] Y luego los mandaba a echar una mano limpiando El Pinar [...]
Lejos de mí el afirmar que todos los jugadores de rol seamos unos santos, o que jugar al rol hace crecer el pelo a los calvos, rejuvenece a los ancianos o limpia, brilla y da esplendor. Por caridad. Pero os invito a reemplazar la expresión "jugadores de rol" con cualquier otro colectivo social, y la columna parecerá lo que es: una perorata ofensiva, gratuita, ignorante y vagamente autoritaria (¿fascistoide?), indigna de salir de la pluma de quien no sólo es periodista, sino que además ha dirigido el periódico de mayor difusión provincial.
Supongo que ésa es la naturaleza de las columnas de opinión, la de expresar con mayor o menor acierto, y mayor o menor carga hormonal, los desatinos ajenos y propios, lanzando - si hay suerte - críticas inteligentes y - si la suerte es menor - invectivas de escaso acumen, como la de Montesinos con los roleros. Y discúlpenme los castellonenses que se sientan ofendidos, pero un pedrusco es un pedrusco. Y resulta harto incomprensible el motivo por el cual unos jugadores de rol deberían habérselo llevado (y no haberlo conservado).
Cuando pillen a los gamberros y vean que el único dado que han lanzado en su vida es el del juego de la oca, me voy a reír a la salud de Don Jesús.